VAIG! (¡Voy!)

Voy. Sin saber del todo hacia dónde. Voy porque quedarse quieto sería negarse.

Esta serie habla del movimiento como forma de estar en el mundo. De la necesidad de caminar, desplazarse, trasladarse —tanto física como interiormente—. De la transformación constante. De la impermanencia.

Moverse no es una decisión consciente ni planificada. No es la elección de un lugar nuevo, ni el rechazo de uno antiguo. Es, más bien, un impulso primario e inevitable, una fuerza interior que empuja al cuerpo a avanzar antes de que el pensamiento lo justifique.

En estas obras no hay paisajes reconocibles ni escenas de viaje. Lo que aparece es una intensidad pictórica que recoge la experiencia del desplazamiento. La velocidad, la transición, el cambio constante. El acto de atravesar. El gesto pictórico se convierte en huella del movimiento. No hay quietud. Sólo recorrido.

Vivimos en un mundo que se mueve incluso cuando creemos estar detenidos. El tiempo ya no espera a nadie. La realidad se desplaza a una velocidad que no podemos sostener, y la pintura muestra su rastro: la sombra de lo que acaba de pasar. La transformación constante.